El aprendíz
Todo empezó aquel día cuando regresaba del colegio, se suspendieron las clases del turno tarde, debido a este percance salí temprano, no quería regresar temprano a mi casa, así que decidí pasear por la zona de los bares, cuando vi a una mujer que me llamó la atención, alta, bien arreglada, con el pelo castaño, con una apariencia de 30 años, piel blanca y sonrisa seductora, era mi tía que caminaba de manera altiva, sin voltear la cabeza ni mirar a los costados.
Tuve una premonición de que algo estaba mal, y como nada tenía que hacer decidí seguirla. Hasta que llegó a un parque donde le esperaba para un hombre a quién saludó efusivamente, el hombre era una persona mayor, calcularía que tiene 60 años. Tal vez solo era una reunión con algún cliente de su trabajo, pensé.
Estaban hablando de manera afectuosa, diría incluso cariñosamente, esto me extrañó, mi tía era una mujer guapa, tenía buenas curvas, producto de su entrenamiento en el gimnasio, al que acudía de manera interdiaria, conversando amicalmente con un hombre al que no conocía. Alejandra es el nombre de la hermana menor de mi madre, se casó hace dos años con quien sería mi futuro tío un capitán de navío, que por obvias razones no estaba en su casa por largas temporadas.
Hablaron un largo rato hasta que se despidieron, el señor se acercó y le dio un beso cerca a los labios, esto hizo que se ruborizara mi tía.
Necesitaba buscar respuestas a lo que estaba viendo, soy de esas personas que con solo ver a las personas y sus acciones, me doy cuenta del tipo de persona que son, esto lo comprobé con personas de mi entorno. El señor que de cierta manera me parecía que estaba aprovechando la situación y a mi tía que aceptaba complacientemente, me propuse investigar el porqué del comportamiento de mi tía.
Al día siguiente era sábado y no tenía que ir a clases, así que convencí a mi madre para visitar a mi tía, me dijo que era una buena idea y quedamos en visitarla.
Llegamos a su casa y almorzamos juntos, para mi tía era su sobrino preferido, ya que me cuido cuando era un bebe, me trataba como si fuera su hijo, nos teníamos cierta confianza. Quise comentarle muy sutilmente sobre lo que vi el día anterior pero decidí esperar, les dije que saldría a comprar algunas películas para verla más tarde, les encantó mi razonamiento y me despedí.
Mi objetivo era dejarlas conversar, la película ya la había comprado con anterioridad, entré a la casa por una ventana que dejé abierta para entrar sigilosamente y me propuse a escuchar.
—¿Cómo te va en la terapia? —preguntó mi madre.
—Me siento mejor últimamente, el psicólogo es una increíble persona —respondió mi tía con efusividad—. Te lo recomiendo es muy profesional —agregó alcanzándole una tarjeta de presentación.
—Como va la situación del país y la crisis que vemos en las noticias, no me vendría mal unas sesiones —replicó mi madre poniendo en su cartera la tarjeta de presentación.
—Ya sabes, estoy superando el problema de Eduardo, me está ayudando enormemente. Pienso invitarlo a mi cumpleaños la próxima semana —confesó sinceramente mi tía.
—Me encanta, así tendrás más invitados —sugirió mi madre.
Continuaron hablando de los preparativos para la fiesta de cumpleaños de mi tía, sospeché que aquel hombre que vi ayer con mi tía era ese psicólogo y me pregunté ¿Cuál era el problema de Eduardo, que así se llamaba mi tío?
Salí de la casa y toqué el timbre de la puerta. Me recibieron con una sonrisa, les enseñé la película y procedimos a verla. Me senté en el medio de ellas y vimos la película, era una romántica, con un final triste, mi tía pegó su cuerpo al mío e inclinó su cabeza en mi hombro. La miré y observé que soltó una lágrima, deduje que la película la puso así.
Advertí que miraba a mi tía de una manera diferente, divisé el canalillo de sus pechos, sus piernas torneadas y por primera vez me excité con mi tía. Terminada la película me despedí de mi tía, quién me abrazó y me dio un beso la mejilla pidiéndome que no me olvidara de su cumpleaños, le dijo que no lo olvidaría y regresé a la casa con mi madre.
Al día siguiente aproveché que mi madre se encontraba en el baño para revisar su cartera y ver la tarjeta que le entregó mi tía, anoté la dirección y el nombre del psicólogo antes que mi madre se diera cuenta. Le dije a mi madre que saldría con mis compañeros y salí un rato al parque donde llamé al número que estaba en la tarjeta. Me respondió la voz de una chica, que al parecer era su recepcionista, pregunté el horario de atención, los horarios… hasta que saqué un dato importante, el local donde atendía a sus pacientes era también su casa.
El lunes cuando regresé del colegio escuché a mi madre hablar por teléfono, al parecer estaba sacando una cita. Le pregunté por esto y me dijo que asistiría a una terapia que le ayudaría a relajarse debido al estrés del trabajo. Ya sabía a que psicólogo iba a ir así que le dije si también podría ir, con el pretexto de aprender técnicas de estudio, le insistí y la convencí de apuntarme. Hice esto porque quería conocer al psicólogo y saber que tramaba con mi tía.
Quedamos en ir el jueves a la cita, un día antes fui a la dirección de la casa del psicólogo, se encontraba en una zona residencial, con parques y jardines. Se notaba que la casa era lujosa y debió costarle una fortuna. Estaba observándola desde una esquina cuando vi a una señora, de buen ver, bastante arreglada acercarse a la casa. No sería un problema si no la conociese. Era la madre de un amigo del colegio, la conocía porque en una reunión del salón de clases a la que asistimos padres e hijos, aunque haya sido por un corto periodo de tiempo me quedé observando y admirando las enormes caderas que la señora tenía, mi amigo notó a dónde se dirigía mi mirada y se molestó, se comportó muy agresivo conmigo y me di cuenta de que era celoso.
La vi entrar a la casa y me pregunté ¿Tan buen psicólogo era, especialmente con las mujeres casadas? Obviamente a mi se me hacía raro y esperaba conocerlo para ver que lo convertía en una persona tan especial.

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